lunes, 3 de noviembre de 2008

DESENCUENTRO


En una de las tantas Salas de Charla que abundan en el mundo virtual, se desarrollaba la siguiente conversación…

icaro314: hola viankasol
viankasol: hola icaro
icaro314: de donde eres?
viankasol: de santa barbara
viankasol: y tu?
icaro314: tambien
viankasol: en serio???
icaro314: si
icaro314: tu edad?
viankasol: 32 y tu? [Ella miente. Tiene 45.]
icaro314: 40 [Realmente tiene 51.]
icaro314: soltera, viuda, divorciada?
viankasol: divorciada
icaro314: yo tanbien
icaro314: acostumbras entrar a esta sala?
viankasol: no, es la primera vez
icaro314: tienes foto? cam?
viankasol: no, y tu? [Fotos tiene, pero no le da la gana de mostrarlas.]
icaro314: yo tampoco

Y así continuaron, amontonando mentiras, cada uno diciendo lo que el otro deseaba escuchar. Escudándose tras el más disoluto anonimato, inventándose un YO que sólo existía al amparo de un monitor y un atropellado tecleo. Enajenándose de la vida real, que con sus vacíos y sus carencias los había orillado a esta recién estrenada existencia virtual en la que, pasando por alto los protocolos, se aproximaban a gente sin rostro, sin pasado. Gente desechable que con un simple clic tenía en sus manos la posibilidad de escapar para siempre al menor indicio de disgusto.

Y así fueron cayendo en su propia trampa, enamorándose perdidamente de un ser idealizado, inexistente, diseñado hábilmente a la medida de sus deseos. ¿Los culpables? Sólo ellos. ¿El vehículo? La fuerza de las palabras.

Cuando las palabras comenzaron a resultar insuficientes, acordaron un encuentro. ¡Menudo desvarío! ¿Cómo sostener tanta mentira? Pero las pasiones que despiertan las palabras – que ya han sido capaces de borrar distancias, de cambiar destinos y de las más atrevidas hazañas – no conocen de cordura. Así pues, se embarcaron en la aventura de dar una mirada furtiva a la realidad.
Acordaron encontrarse en un conocido café en un lugar céntrico de la ciudad en que vivían. Como única seña para ser identificada, Vianka (que nunca dio a conocer su nombre real) quedó en vestir una blusa de color azul turquesa. Icaro, en cambio, vestiría camisa blanca.

En el día señalado, frente al espejo, Vianka se perfumaba. Cuando estuvo a punto de ponerse la blusa turquesa, la asaltaron las dudas. “¿Y si le parezco gorda o fea y me desprecia? ¿Y si es un hombre horrible? No quiero pasar vergüenzas. Iré con otra ropa, echaré una mirada y de acuerdo a lo que vea decidiré si me acerco”. Se puso un traje floreado y se fue a su cita. Entre tanto, Icaro, ya a punto de cruzar la puerta de su casa, se dijo para sus adentros… “Treinta y dos años… le pareceré un viejo. Me despreciará y haré el ridículo. Me pondré otra ropa. Echaré una mirada desde lejos. Luego decidiré si me acerco”.

El café resultó más concurrido de lo esperado a aquella hora de la mañana. Mientras hojeaba el diario, Icaro miraba con disimulo a las mujeres que aparentaban estar solas, esperando encontrarse con la blusa azul turquesa, amparado en el anonimato que le proporcionaba su camisa a rayas. De pronto hizo su entrada una bella mujer de cabellos rubios elegantemente vestida con una delicada blusa turquesa. Icaro se sintió inferior, incapaz de presentarse. Decidió conservar la poca dignidad que le quedaba y marcharse. De camino a la puerta se volvió para dirigirle una última mirada, lo que causó que tropezara de frente con una mujer que caminaba distraída. Después de las consabidas disculpas, el intercambio de frases cordiales y las sonrisas amables, Icaro reparó en la mirada atrayente de aquella mujer, y sintiéndose más relajado, la invitó a tomar un café. Se enfrascaron en un ameno coloquio.

Secretamente, Felipe decidió que ya no quería saber de amoríos por Internet. Sentada frente a él, Sandra juró olvidarse del infeliz que la había plantado mientras seguía con interés la plática de su interlocutor.

1 comentario:

Traumenwelt dijo...

es muy interesante como tejes las historias!