lunes, 10 de enero de 2011

VIDA BREVE

Temblando al borde del precipicio, titubeante y a la vez convencida de que esa era su única salida, se lanzó al vacío sin encomendarse a nadie. En su caída penosamente lenta, rodó por la escarpada pendiente dejando en el camino la huella de su paso. Sabía que no había marcha atrás y que una vez acabara todo, ese sabor a desgracia que la marcaba se evaporaría con ella. La vida continuaba y tras ella vendrían otras que correrían su misma suerte, pero a pesar de todo, su alma transparente agradecía el breve paso por este mundo.

Súbitamente llegó el fin. Se estrelló contra el suelo y allí quedaron desparramados los restos de su frágil y efímera existencia; nacimiento, vida y muerte de una cristalina, salada y furtiva lágrima producto del desamor.

REMR
9/ene./2011

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