-Desde que acepté casarme contigo sabía que esta desigualdad entre tú y yo nos acarrearía problemas, pero ya he llegado al límite de mi paciencia. Te rehúsas a comer la comida que te preparo, jamás has querido acompañarme a tomar el sol en el jardín sabiendo que es una de mis actividades favoritas; prefieres pasar todo el bendito día durmiendo. Y esos hábitos malsanos que no quiero ni mencionar... Si la situación no cambia, me iré de la casa.
-Pero, ¡¿qué más quieres que haga, mujer!? Tienes que comprender que no es fácil para mí. Hábitos como los míos toma tiempo abandonarlos. Estoy poniendo todo de mi parte y debes darme el crédito que merezco por el esfuerzo sobrehumano que estoy haciendo para cambiar. Te consta que he dejado de salir en las noches y hace días que no pruebo una gota, a pesar de que este maldito vicio me tienta a cada minuto. Precisamente estaba por contarte que he tomado una firme determinación y esta tarde he hecho una cita con el dentista para que empiece a desgastarme los colmillos...
REMR
16/ene./2011
martes, 18 de enero de 2011
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2 comentarios:
MUY REAL Y REFLEXIVO , A VECES ELEGIMOS COMO NO QUEREMOS ,Y CON LOS AÑOS NOS FASTIDIAMOS Y DESILUCIONAMOS.
Bello sitio...
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