sábado, 7 de noviembre de 2009
EL GRITO
Su grito desquiciado me asusta y lo golpeo en un acto reflejo. Entonces su alarido se incrementa, llegando a decibeles que me hacen estremecer hasta los huesos. Su actitud desafiante me enerva. Intento silenciarlo y pierdo el balance. Ambos rodamos por el suelo, enfrascados en lo que aparenta ser una lucha sin cuartel. Finalmente logro alcanzarlo y de un manotazo lo hago callar... ¡Maldito despertador!
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